En el inicio de nuestro ser estamos solos, en el vientre de nuestra madre formándonos durante muchos meses, sin miedo a estar solos; es un tiempo que nos tomamos para nuestro ser, para conocernos, descubrir nuestras capacidades, que tenemos manos, dedos, boca, oídos... es un tiempo para sentir que estamos vivos y que existimos.
Al nacer conocemos caras, olores y voces que con el pasar de los días ya reconocemos y sonreímos, y nos acostumbramos a la compañía maternal que nos suple de calor, alimento y protección. Durante el crecimiento nos desarrollamos en un entorno donde necesariamente compartimos y convivimos con otras personas, como familiares y amigos. Estar solos ya no es lo normal. Y dependiendo de las experiencias aprendidas y adquiridas forjamos nuestra personalidad con mayor o menor grado de dependencia a sentirse acompañado y por ende sentimos miedo en ocasiones a estar solos.
No debemos temer a estar solos, porque ya sea por periodos cortos o largos, la soledad a veces es lo que necesita nuestra vida para reinventarnos, examinarnos y crecer.
La verdad es que necesitamos tiempo de soledad, nuestro espacio personal, donde nos desconectamos del agobiante mundo para conectarnos con nuestro ser espiritual y pensante; necesitamos volver a tomarnos de vez en cuando un tiempo como el que tomamos en el vientre, a solas, en silencio, para pensar, reflexionar, organizar pensamientos, acordarnos de las cosas que nos hacen feliz y que por factores externos no hemos vuelto hacer...un momento para recapitular y leer cuidadosamente el libro de nuestra vida y redactar los próximos capítulos con mas sabiduría porque estaremos conectados con nuestro yo interior.
🙌 AngeCa
🙌 AngeCa
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